lunes, 15 de febrero de 2010

¡Se trata de la justicia, estúpida!




Transcribo a continuación una opinión sobre Puerto Rico de José Artenio Torres publicada en El Vocero el 10 de febrero:

"Cuando Bill Clinton llegó a la presidencia de los Estados Unidos en 1992, examinadas las condiciones de déficit presupuestario y comercial que heredó del viejo George Bush, concluyó que la crisis de gobierno en los Estados Unidos se centraba en la economía. El dicho dramático que encabeza estas líneas marcó su agenda presidencial: crear empleos, financiar la oportunidad educativa, ampliar el acceso a la salud, y multiplicar el comercio con el resto del mundo mediante acuerdos bilaterales y regionales que agrandaran la economía y financiaran la justicia distributiva entre todas las clases que contribuyeran a la creación de esa riqueza, más el amparo socorrista interno a las capas poblacionales quedando atrás: la niñez, la vejez, el desempleo, el enfermo y los estudiantes que no podían financiar solo su educacion post-secundaria.

Con todo y ese gasto social, y quizás debido a él, la economía creció a pasos gigantes, y al cabo de ocho años pudo entregar al Bush de turno un gobierno en superávit presupuestal y una economía en alza floreciente. Crecimiento económico, pero con justicia social. Porque la economía es para el pueblo, y no al revés. El lector debe conocer lo que hicieron los republicanos de Bush con aquel legado. Primero, se robaron las elecciones del año 2000, en el estado de Florida-robo que la Corte Suprema Republicana legitimó, tan parecida a la actual de aquí-, y luego le entregaron el País a los bancos, los industriales, las aseguradoras y los emporios hospitalarios, hasta que quebraron la economía. Quisieron, como el gato, tapar la porquería con dos guerras externas, para continuar alimentando el "complejo militar industrial" contra el que advirtió el presidente Eisenhower. Los republicanos y Wall Street se engulleron al País-la economia de que hablaba Clinton- y se lo entregaron quebrado a Barack Obama.

Toca otra vez un demócrata, como a Roosevelt en 1933 y a Clinton en 1993, enderezar al País y reimpulsar la palanca económica norteamericana hacia la producción, el empleo y la prosperidad compartida. Se trata de un compromiso ingente, a cumplirse contra los grandes intereses a quienes les importa solo el crecimiento económico para lucrarse sin límites, pero a quienes les resbala la ética de la justicia social y la condición depauperante de las clases medias y pobres que producen la riqueza.

Se trata, en el fondo, de un ejercicio moral e histórico que reproduce el amargo destino de Prometeo, condenado-en la cima de la montaña, para que luego sus sucesores-los republicanos- la empujen otra vez a las bajuras de la oligarquía y su egoísmo insaciable. Los guaynabitos de Fortuño no nacieron ayer. Hoover en 1928 sabía lo que quería, y les entregó el País. Los Bush sabían lo que querían, y le vendieron el País, Luis Fortuño sabe lo que quieren, y el precio que pagaron por él, y les ha entregado el País, y hasta la fecha, el País se ha dejado entregar.

Utilizo en mis análisis precedentes y paralelos históricos, porque estas actitudes y estimativas politicas no nacieron con Luis Fortuño. Tienen una larga prosapia histórica, en Grecia, en Roma, en la Revolución Industrial en Inglaterra, y en el oligarquismo capitalista salvaje de los Estados Unidos mismo durante siglo y medio. Tales aberraciones del sistema democrático tienden a ser pendulares. Se corrigen, si el sistema queda libre para ello, pero se toma demasiado tiempo y mucho sufrimiento colectivo para tales correcciones automáticas. Es preciso despertar y organizar las conciencias ilustradas para atajar sus más criminales diseños plutocráticos. En la democracia, el único remedio es más democracia: desenmascarar, denunciar, marchar, protestar, diferenciar entre ideas, hombres y fechorías recurrentes por parte de los mismos. Y sobre todo, recordar ...

El lema de ese recuerdo militante, el de la inevitable analogía de estos nuevos "malefactor of great wealth" como les llamó Roosevelt, en un contexto civilizado de combate cívico, tiene que presidir la expresión de insatisfacciones con una política de engaño, de mendacidad impune, de traición a los juramentos y compromisos contraídos con la masa pobre y mediana que votó bajo esas condiciones de falsa representación.

El lema de esa revuelta moral contra el engaño y contra el robo legal de cuanto es patrimonio de todo el pueblo, tiene que ser: ES LA JUSTICIA, ESTÚPIDA! Porque debe saber el lector, para insistir en ello, para exigirlo, que la razón de ser del Estado, de Atenas hace 23 siglos hasta Puerto Rico al cabo de ese proceso histórico, es la justicia, es decir, lo que objetivamente corresponde a cada uno y a cada estamento social de la riqueza colectiva, creada por todos. Porque no es racional ni ético que quienes crean la riqueza-la producen con sus manos y con sus mentes-se consideren apéndices prescindibles, a manos de unos pocos, de la maquinaria económica.

Ponga el ojo y la atención el lector en los anuncios de reforma contributiva que con bombos y platillos anuncia Luis Fortuño como portavoz de la camarilla oligárquica que le compró en noviembre del año pasado. Será, sin duda alguna, una reforma oligárquica, porque a eso le mandaron los oligarcas de Guaynabo y Hato Rey. Se llena la boca anunciando que ingresos de menos de 20 mil dólares no pagarán contribuciones sobre ingresos, que ya en su mayoría no pagan, aunque el Secretario de Hacienda se opone aun a esa medida. Vele el lector a las corporaciones, a las fundaciones sin supuestos fines de lucro, a los miles de refugios contributivos que hacen de la ley un queso suizo que filtra luz por todas partes. He ahi una asignación patriotica para los atalayas del pueblo, para desenmascarar el fraude masivo que se aproxima. Pues cuando los bufetes corporativos y los contables "creativos" terminen con esas planillas, el engaño será del tamaño del Yunque.

Estamos en el umbral de una novedosa epifanía doble: los gavilanes vigilando a los políticos, y los cabros cuidando las lechugas, con la inolvidable Xenia Velez a cargo. Hello, anybody there?

No hay comentarios:

Publicar un comentario